miércoles, 3 de junio de 2009

Regreso al retrofuturo.



Ya está todo inventado. O al menos eso es lo que algunos se empeñan en hacernos creer. Hablo de complementos textiles, de rollos juveniles y de fauna social, por mucho que me pese. Si en los años noventa los popes de la moda y las tendencias se propusieron en recrear la imaginería de los setenta desde un punto de vista chic, la llegada del nuevo milenio ha reexplotado la estética de los años ochenta a través del grafismo, los cardados, la música y la ambigüedad sexual. Vuelven los sintetizadores analógicos, el punk y la nueva ola, ahora también en los dispositivos móviles. Vuelven las publicaciones contraculturales, el kung-fú, los ocho bits, el corte mohicano rebautizado en clave metrosexual, las chapas y el break-dance. Vuelven y vuelven a volver. Los escándalos políticos, los sinvergüenzas de toda índole y procedencia, el puterío de pasarela y papel cuché, la chapuza nacional, la putrefacción televisada, la justicia de arcada y carcajada, los prevaricadores y los fariseos...Ellos no vuelven porque nunca se han llegado a ir del todo. Vuelvo a hacer uso y abuso de cierta, aunque certera, demagogia del todo a cien.

Esta canción no tiene nada que ver con la exitosa obra de Zemeckis. Ni tan siquiera es de los años ochenta. La hice hace cuatro años. Tengo muchas más. Pero como no podía ser de otra forma, todas ellas vuelven para regresar.

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