lunes, 30 de noviembre de 2009

Mi segunda vez.


Hace dos meses estuve ocho días internado en la planta de psiquiatría de Torrecárdenas por intentar suicidarme de nuevo. Creo que en realidad ningún suicida desea morir. Creo que todos los suicidas pretenden dejar de existir.

Me tomé cuatro cajas de pastillas, Seroxat y Lorazepam. Solo recuerdo bichos nadando en el suero y a un viejo que me insultaba mientras agitaba una botella de agua Lanjarón llena de orines. Enfermeras que me hablaban en alemán, y mis ojos en plena fase REM estando consciente. A un psiquiatra haciéndome preguntas que era incapaz de responder coherentemente. ¿Quien es el presidente de España?... Jose María Aznar, claro. Dime diez animales que empiecen por J... Déjame dormir tranquilo. Levántate y anda... No puedo mover las manos.

Cuando salí de la última entrevista con la psicóloga, miré a mi derecha mientras volvía andando a casa de mi madre y vi una furgoneta aparcada. Era de reparto de frutos secos. Tenía dibujado un gran logotipo que no veía desde hacía mucho tiempo.

Pipas Carancha.

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