martes, 22 de diciembre de 2009

Escritoras.

Ultimamente me ha dado por leer. Uno de mis géneros favoritos es la ciencia ficción, y hace poco cometí un error garrafal: Comprar (y leer) un libro de ciencia ficción escrito por una mujer.

Lo ví de oferta en el alcampo, y tras leer la contraportada decidí adquirirlo, cautivado por una sipnosis que prometía aventuras trepidantes de viajes en el tiempo a la edad media en la epoca de la gran epidemia de peste bubónica. Craso error. Habría amortizado mejor mi inversión si me hubiera limpiado el culo con el billete con el que pagué. El libro se titula "El Libro del Día del Juicio Final", de Connie Willis.

Ahora debería poner en letras grandes SPOILER, pero como el folletin este es una soberana y grandísima diarrea putrefacta, no merece siquiera la pena destripar el argumento. Y encima le dan el Hugo y el Nébula.

No debería permitírsele a las mujeres publicar libros que no sean de cocina o de puericultura, porque para la literatura hay que tener COJONES (Eso también excluye a Ken Follett y a su flácido escroto colgandero).

Solo algunas escritoras han sabido PARIR una obra mínimamente aceptable, pero se pueden contar con los dedos de una mano y todas ellas eran lesbianas, así que en realidad las pocos escritos aceptables y dignos de (escasa) mención a los que me refiero son en realidad fruto de una mente de hombre atrapada en un cerebro femenino, y por tanto genericamente atrofiado.

No voy a cargar mis tintas en contra de Connie Willis, ya que no es más que una pobre victima de la discriminación positiva (producto de la brutal contraeducación que sufre el hombre actual) a la que se le conceden premios de prestigio internacional por ser HEMBRA con la burda intención de evitar el temido calificativo de MACHISTA que con tanto temor es recibido por organizaciones de toda índole. De escritores de ciencia ficción entre ellas.

Acéptalo, mujer. No luches. Eres el soporte vital de un útero. Los objetivos de tu existencia son: Engendrar y parir hijos, hacer feliz al macho que te alimenta, ver telenovelas venezolanas, comprar zapatos y ropa para mantener tu atractivo sexual, aguantar con buena cara tus trompicones hormonales para no soliviantar el ánimo del hombre que te provee, mantener limpia y ordenada la morada, cuidar y alimentar tan correctamente como tus capacidades te permitan a la prole que tu marido tenga a bien de engendrar en tí, y aceptar con la debida sumisión todos los mandatos y todas las decisiones que tu marido tome, pues para eso esta el y para lo otro estás tú.

Si a tí, mujer, te molestan estos axiomas, si te consideras ultrajada por mis opiniones, solo te puedo decir: Jódete, que yo tengo pene, y tu no. Nunca lo tendrás. Pasa cuando quieras a limpiar el moho de mi plato de ducha. No me gusta que aparezca en mis anaglifos de cuarto de baño.

Si tú, "hombre", no estás deacuerdo con estas OPINIONES, solo te puedo decir que eres la verguenza de tu género, pusilánime judas. A mi no me engañas. Piensas como yo, pero tus ansias de fornicar te harían igualmente pisotear un cruz ante un infiel armado que encupir a tus compañeros caidos cuando el enemigo tome finalmente el fuerte.

Me voy. Tengo que ir a comprarle una bandeja de pastelitos a mi madre. Es su santo.

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