jueves, 7 de mayo de 2009

Calisay.

Estaba reponiendo las latas de sucedáneo de fabada en el establecimiento de mi madre cuando entraron aquella pareja de abueletes. Tendrían unos cincuenta y tantos años bien llevados. El caso es que me da pereza atender mientras estoy pendiente de otras tareas, pero mi madre se había vuelto a ausentar por tercera vez esa misma mañana, así que no tuve más remedio que acudir al mostrador para despacharlos. El hombre no tardó en percatarse de mi presencia y me preguntó si teníamos vodka acaramelado. Me dejó francamente perplejo. Le dije que no teníamos ningún tipo de bebida de esas características, entonces se quedó un rato observando los expositores y al momento me volvió a inquirir si por casualidad no teníamos Calisay, mientras esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Calisay? -le respondí- Pero hombre de dios, ¡si eso está más pasado que las pipas Carancha!

Entonces su señora, que había estado toqueteando los productos del hogar, se aproximó y me soltó lo siguiente entre risotadas:

-!Las pipas Carancha! Huy, si ya dejaron de fabricarlas...

Hablamos un buen rato sobre bebidas importadas y comidas enlatadas y al final no se llevaron nada. Pero qué demonios, me alegraron la mañana.

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