martes, 31 de marzo de 2009

Orden de alejamiento.




Había un anuncio de colonia para mujeres que decía "Si un desconocido te regala flores, eso es impulso". Se podría interpretar que las mujeres desean, en lo más profundo de su ego, desatar atracciones irrefrenables en los desconocidos, y que una demostración de la incapacidad para refrenar ciertos impulsos por parte de un hombre es tomada secretamente como un enorme halago hacia ellas, y que muchas veces, un "no", no significa realmente "no", sino que hay que tomarlo como una prueba para él y una salvaguardia de la reputación de la chica para que no pueda ser considerada por nadie como una pelandrusca facilona que le da su teléfono a cualquier hombre atractivo y joven que siente un repentino flechazo al coincidir con ella en la sala de espera en la consulta del médico al que ha acudido porque le ha salido un bulto en el cuello del tamaño de un garbanzo y que sabiéndose situado en una encrucijada vital en el que el rumbo de su vida podría cambiar por completo al haber tropezado casi sin quererlo con la que podría ser sin duda la madre de sus hijos y la compañera tanto tiempo esperada y deseada, se viera desbordado por su temor a que un vínculo todavía tan debil se deshilvanara por la inacción, la vergüenza o una aplastante sensación de inseguridad en sí mismo, lo que quizás podría obligarle a actuar de una forma precipitada sin tener en cuenta que las reacciones de esa recién descubierta media naranja, incluso aunque esta percepción fuera en realidad errónea y la pretendida en concreto no sea más que otra sucia furcia egomaníaca y altiva que se considera a sí misma una especie de regalo de Dios para los hombres que caga pepitas de oro y mea chanel 5, no siguieran el desarrollo lógico y buscado.

A las mujeres no hay que demostrarles nunca un interés demasiado evidente, son seres a veces demasiado huidizos e inseguros, como cervatillos recién paridos, por lo que es necesario actuar siempre con cautela y sosiego, pacientemente.

Antes era una persona irrefrenablemente impulsiva, a veces casi imprevisible, a la vez que enamoradizo y un poco inconsciente, pero alguien me enseñó las reglas del juego. Ahora soy un tahur, y poco queda ya de aquel ingenuo muchacho que no sabía que la insistencia acarrea consecuencias.

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