Fanfarria.
De pequeño solía ir de fiesta con mis padres a las verbenas de los pueblos. Recuerdo aquellas que tenían lugar en la era del pueblo de mis abuelos, donde solía quedarme ensimismado viendo actuar a los músicos. El escenario consistía en el mejor de los casos en un tablao improvisado sobre barriles de gasolina, cubierto por varios plásticos procedentes de palés atados con cañas por si aparecían las lluvias. En no menos ocasiones, los músicos hacían su modesta función sobre un remolque de cargar la aceituna, de cualquier forma todo rodeado por pequeños puestos de turrones y maceteros con flores de la ermita hechos a base de enormes frascos de conservas. Entonces uno se sentía como transportado a un poblacho de lo más encantador perdido en el méjico profundo.
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