domingo, 7 de junio de 2009

Vivir con tus padres.

Pongamos el caso de un entorno familiar de clase media trabajadora de lo más normal, cuyo sujeto de análisis posee un perfil de estudiante/trabajador discontínuo con contratos basura hasta bien entrada la edad adulta.

A los SIETE años, el entorno podría decirse que es idílico. Tán sólo te preocupas de jugar, cumplir de una forma u otra con tus obligaciones escolares y poco más. A los DOCE años ya comienzas a manifestar las pequeñas tensiones consecuentes de la etapa prepúber. A los DIECISIETE años, el aumento de la tensión te hace provocar actos de rebeldía, tu mutante personalidad se está fraguando mediante una lucha constante hacia todo lo que te rodea. Tu yo propio comienza a tener voz. Entorno difícil pero medianamente sostenible. A los VEINTIDOS años, una pequeña independencia económica te produce sueños de emancipación y elucubraciones de autosostenibilidad. El entorno comienza a volverse hostil. A los VEINTISIETE años, la autoconfianza te produce euforia y depresión a partes iguales. Cotas de hostilidad insostenibles. Podría decirse que tu entorno familiar es el ancla de tu buque fantasma a la deriva. A los TREINTAYDOS años, eres tan sólo los restos de un naufragio y convives hostilmente ahogado con los espíritus de tus padres en el fondo del mar.

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