lunes, 27 de abril de 2009

Noches multicolor.

Prometen diversión a cambio de una módica inversión. Todos los fines de semana repiten la misma fórmula, pero este güiquen pinchaba no se qué dillei de mierda transalpino en uno de esos almidonados garitos de moda pasajera. En unas pocas décadas, la imagen pluriempleada del pinchadiscos ha pasado a encumbrarse como la figura estelar de la noche, el artista imprescindible y esperado, el chamán industrializado que ha cambiado mediante trueque los propios rituales milenarios por vinilos ajenos.

Hang the dj / hang the dj / hang the dj...

Acuden en masa parroquias descerebradas desde todos los puntos de la capital y más allá para consumir hectólitros de bebidas energéticas, sucedáneos de cocaína, mdma, pcp, ghb, micropuntos en macrobotellones. Noches multicolor dan paso a días grises y estropeados. Un fiestón tan pesado y pasado como un batallón de bulldozers dirigidos por los internos de un frenopático.

Hang the dj / hang the dj / hang the dj...

La música electrónica tiene múltiples caras, pero esta es su cruz. Y Cristo está levitando y girando a un tempo de 140 BPM sobre los crucificados exculpados que saltan como mercaderes expulsados del templo. El dillei se propaga en su función barraquera hasta bien entrada la madrugada. La verbena fatal sigue improvisándose horas después. Un verdadero vertedero de ruídos insanos y gilipolleces en su más abyecta expresión se extiende entonces por las avenidas y los parques intoxicando el descanso dominical.

Ya lo decían Los Smiths:
Hang the dj / hang the dj / hang the dj...

HANG THE DJ.

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