jueves, 8 de julio de 2010

Relato A. Tercera parte.


Lee con creciente sorpresa:

"Querido Irving: No se si te acordarás de mí. Yo sin embargo me acuerdo perfectamente. Coincidimos en cierta ocasión en el Nordswick Center, a las afueras de la ciudad. Me encantaría verte de nuevo y recordar viejos tiempos. Estoy alojada en el Hostal Caprichosa durante toda esta semana.
Pregunta por Elsa Goldshine. Besos".

La mente de Irving cae vertiginosamente hacia el vacío desde un séptimo piso. ¿Estuvo realmente en cierta ocasión en el Nordswick Center, manteniendo relaciones con una tal Elsa? Debió de haber sido hace mucho tiempo, cuando el joven Wallace hacía de corredor de seguros para empresas locales y se apostillaba al caer la jornada en cualquier barra de bar a la caza de señoritas desafortunadas. Pero no recuerda nada de eso. Y si ciertamente ocurrió, debía haber estado complemamente ebrio para olvidarlo. O quizás no mereció la pena. Lástima.

Irving guarda la carta en el abultado bolsillo de la chaqueta haciendo una mueca de resignación y sale por fin a la calle. Todo está en calma. A lo lejos tan sólo se escucha el timbre del chico que reparte los periódicos. Los primeros rayos de sol se posan tímidamente sobre la fachada del Ronnie's Cafe. Quizás sea la señal que esperaba para tomar un buen desayuno. El día promete ser largo.

Ronnie's está casi desierto a primera hora de la mañana. Detrás de la barra está Angelica, la pelirroja, preparando sus inconfundibles tortitas con mermelada de frambuesa. En la radio está sonando un éxito de Eddie Cochran. Si no fuese por ese enorme televisor de plasma anclado al fondo del salón, haciendo sombra a la vieja mesa de billar, cualquiera diría que estamos en la década de los 50.

-¿Lo de siempre, Irving? -Angelica se acerca hasta mí con el termo áun humeante.
-Esta vez voy a probar una de tus tortitas. Me han abierto el apetito.

Antes de que el hambriento Wallace dé un sólo mordisco a su bocado, hace acto de presencia Jeremiah Thompson, el alguacil. Jeremiah se jubiló hace un tiempo y ahora prácticamente no sale de Palo Rosa, su finca situada a las afueras de la ciudad. Desde que muriese su esposa Cecille, no hace otra cosa que mimar su granja de avestruces.

-¿Queda alguna tortita para este desdichado campesino, pelirroja?
-Que Jerónimo venga y me pellizque un ojo, ¡Pero si es el alguacil Thompson! Angelica se deshace del mandil y sale aún balbuceando de la barra hacia Jeremiah. -Alabado sea el Señor.

-Me alegra verle de nuevo por aquí, alguacil. Pensabamos que se lo habían tragado los avestruces.

-Irving, viejo zorro. Aún me debes un buen desayuno.

-No hay nada más que hablar, chicos. -Angelica se ha incorporado a sus menesteres y sirve al invitado con premura una ración doble de tortitas acompañada de una enorme taza de café negro. -Invita la casa.

CONTINUARÁ...

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